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La reforma a la educación y el acuerdo nacional

 

Por Julián de Zubiría Samper *

Algo muy grave viene pasando con las facultades de educación en el país. Desde 2012, las licenciaturas ocupan sistemáticamente el último lugar en Saber Pro, el examen que evalúa a los egresados de todas las carreras. ¿Estamos condenados a tener una educación de baja calidad?

Las pruebas Saber Pro evalúan el nivel de consolidación de las competencias transversales y disciplinares de los egresados de las diversas universidades en el país. Son pruebas consistentes elaboradas a partir del concepto de competencia y tienen la gran ventaja de incluir una sección genérica, lo que permite la comparación entre carreras. Además, como están diseñadas bajo el mismo marco teórico con el que se evalúa la educación básica y media, podríamos determinar el valor agregado en cada uno de los ciclos del desarrollo educativo. Sin dudarlo, Colombia tiene el mejor sistema de evaluación de la educación en América Latina, el problema es que no se utiliza para monitorear la política pública ni para jalonar el desarrollo integral de los estudiantes en las instituciones educativas, los municipios y las regiones. Tenemos el mejor sistema, pero sirve para muy poco. 

Acaba de publicarse un completo estudio sobre las licenciaturas realizado por la Universidad del Norte para la Asociación Colombiana de Facultades de Educación (ASCOFADE). Esta será la fuente principal de la presente columna. Estamos hablando de resultados arrojados al culminar la carrera de educación. 

 Es importante destacar que en educación los resultados de 2021 son inferiores a los de 2016 en el promedio global y en todas las competencias, con una sola excepción: inglés. De resto, en lectura, escritura, competencias ciudadanas y razonamiento numérico, son peores los resultados de 2021. También lo son en las tres competencias disciplinarias: formar, evaluar y enseñar. Venimos marchando como el cangrejo y, contrario a lo que han dicho los últimos gobernantes, cada vez estamos alcanzando menores niveles de calidad educativa en el país.

Veamos cómo les fue a los futuros docentes en cada una de las competencias. ¿Qué tan bien leen los futuros docentes? Tan solo el 2,5 % de los egresados de las facultades de educación tiene un buen nivel de lectura crítica y el 80 % tiene bajos niveles de comprensión lectora. Esto quiere decir que la gran mayoría de los futuros docentes tiene serias debilidades para encontrar ideas principales, inferir proposiciones en textos y armar macroestructuras a partir de ellas. Es todavía mayor la dificultad para relacionar la obra con el contexto social y cultural en el que se escribió. Así mismo, casi ninguno de ellos puede leer un texto desde múltiples perspectivas, distanciarse de lo escrito y emitir un juicio de valor a partir de allí. Si solamente el 2,5 % de los futuros docentes puede hacer lecturas críticas, es bastante comprensible que en las pruebas PISA (2018) menos del 1 % de los estudiantes de grado noveno alcance este nivel de lectura. Dicho coloquialmente: “nadie da de lo que no tiene”. 

El Informe McKinsey (2007) demostró que “si dos alumnos promedio de 8 años fueran asignados a distintos docentes –uno con alto desempeño y el otro con bajo desempeño–, sus resultados diferirían en más de 50 puntos porcentuales en un lapso de tres años”. De allí que quien quiera mejorar la calidad de la educación, debe poner el foco en la selección, evaluación y formación de docentes. 

 El problema en Colombia es que desde 2016 los futuros docentes pelean el último lugar en lectura crítica con los egresados de recreación y deportes. La pelea es pareja y se rotan el último lugar entre las dos profesiones. Para comprender el problema debemos también tener presente que quienes eligen la profesión docente tienen uno de los menores puntajes de ingreso según las pruebas Saber 11 y que el gobierno invierte menos en educación que en otras carreras. 

Lo anterior quiere decir que la sociedad colombiana le ha encargado la enseñanza de la lectura a los profesionales que tienen el menor nivel de consolidación de las competencias comunicativas. 

 ¿Qué tan bien piensan matemáticamente? 

Los resultados son todavía más bajos en razonamiento cuantitativo. Es así como en 2021 la mitad de los futuros docentes del país se queda en el nivel 1 y al nivel 4 llega menos del 1 %. Lo más grave de todo es que sin excepción, en todos los años entre 2016 y 2021, ocuparon el último lugar entre los profesionales del país. Incluso están bastante atrás de lo obtenido en carreras como enfermería, recreación y deportes. Si ellos son quienes enseñan matemáticas en los colegios, también es fácil comprender por qué, según la prueba PISA (2018), el 66 % de los estudiantes prácticamente no han entendido nada de la matemática que han estudiado hasta el grado noveno. 

 ¿Cómo están en competencias ciudadanas?

El ICFES introdujo las competencias ciudadanas con el fin de aportar a la convivencia, la participación democrática, la pluralidad y la valoración de las diferencias humanas. Como puede verse, sería un área clave para formar a cualquier docente como mediador en la resolución de conflictos y para que favoreciera la participación ciudadana, la empatía y la resiliencia. Hay que aplaudir el esfuerzo, pero obviamente es un área muy compleja de evaluar. No hay duda de que actualmente hay un sesgo cognitivo, pues es claro que en la evaluación se privilegia el conocimiento, la comprensión y la aplicación de la Constitución Nacional en diversos contextos. Desde 2016, en la mayoría de los años los estudiantes de educación obtienen los peores puntajes entre todos los egresados del sistema universitario. 

Como pude verse, el panorama de las facultades de educación no podría ser peor. ¿Y qué hicieron los gobiernos de Álvaro Uribe, Juan Manuel Santos e Iván Duque? Absolutamente nada. ¿Y qué está haciendo el actual gobierno? Hasta el momento, está comenzando a discutir el tema. 

El Centro Democrático insistentemente ha dicho que el problema de la bajísima calidad de la educación en Colombia es responsabilidad de FECODE. Lo repite semanalmente. Esa es una afirmación bastante cínica porque es obvio que FECODE no decide la formación de los docentes, los programas de maestrías, los lineamientos curriculares, el liderazgo pedagógico, la estructura de las instituciones, la educación inicial o la inversión de los recursos. Hoy solo analizamos una de estas variables: la formación de los docentes. Pero debe quedar muy claro que la principal responsabilidad es de los gobiernos anteriores y de los ministerios de Educación, que han sido totalmente incapaces de analizar el problema y de encontrar estrategias que nos ayuden a superarlo. En términos coloquiales: “los pájaros le están tirando a las escopetas”.

Hace diez años la Fundación Compartir hizo una muy completa propuesta para mejorar los criterios de selección, formación y evaluación de docentes. La analicé en diversas columnas para la Revista Semana de la época. No hemos avanzado en sus propuestas. Los gobiernos anteriores están en deuda con la calidad de la educación, la equidad, la movilidad social y el desarrollo nacional. ¡Mal hacen culpando a otros de los males que ellos causaron! Todos sabemos que vamos muy mal. Lo que tal vez pocos sabían es que el futuro de la educación es peor que lo que hemos vivido. 

La propuesta es que la reforma a la educación sea la que sirva para unir al país. Ese papel no lo cumplirá la Ley Estatutaria porque el país no necesita nuevas leyes que digan lo que otras ya han dicho. La reforma a la salud tampoco lo cumplió. Por el contrario, explotó en mil pedazos la pertinente coalición con la que inició el gobierno Petro. La propuesta es discutir una reforma que invite al país a pensar las preguntas fundamentales de la educación: ¿qué tipo de individuo y qué tipo de sociedad queremos formar? 

 Creo que esta reforma debe empezar por transformar las caducas y anquilosadas facultades de educación. En 1994 logramos un gran acuerdo nacional en torno a la Ley General de Educación. Allí participaron FECODE, el Congreso, los partidos políticos, los académicos, la sociedad civil y el Ministerio de Educación, entre otros. La invitación es a que lo renovemos. Señor presidente Gustavo Petro, esta reforma puede ser la base del acuerdo nacional. Al fin y al cabo, es con educación que mejoraremos la productividad, las competencias para pensar y comunicarnos, el trabajo en equipo, el tejido social, la democracia y la formación de futuros ciudadanos. Pero no es posible con cualquier educación, sino con una que garantice, en profesores y estudiantes, el desarrollo de las competencias para comunicarnos, convivir y pensar. Señor presidente y señora ministra de Educación, ¿ustedes qué opinan? 

 * Director del Instituto Alberto Merani (@juliandezubiria 

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