EN UNA ocasión, un diario capitalino, serio y de gran circulación, publicó en primera plana la fotografía de tres científicos "después de anunciarse que ellos descubrieron una tercera forma de vida: la de organismos producidos por (sic) el metano". Perplejo por no conocer siquiera cuál podría ser la segunda forma de vida —ya ni hablar de una tercera—, un joven profesor de bioquímica tuvo la paciencia de investigar el verdadero sentido de la supuesta noticia.
El metano es universalmente aceptado como uno de los principales constituyentes de la atmósfera terrestre en la época cuando aparecieron los primeros organismos vivientes del planeta. Además, el papel del metano como precursor de las más sencillas biomoléculas conocidas ha sido demostrado experimentalmente en los laboratorios. Ante tal panorama, ¿cuál podría ser la novedad de una forma de vida proveniente del metano? El misterio se aclaró rápidamente: no se trataba de una tercera forma de vida —que hubiera necesitado de una segunda—, ya que el descubrimiento que mereció la fotografía de primera plana no fue de organismos "producidos por" el metano sino, simplemente, de organismos "que producen" metano y que como tales podrían representar una línea evolutiva diferente a la de los organismos procariotes y eucariotes.
La sutil y esencial confusión quedó en la mente de los lectores; una carta al director del diario quedó sin aclaración ni respuesta. Si no fuera porque es muestra de un síntoma generalizado, el asunto podría relegarse como simple consecuencia de un lapsus brutus por parte de algún agobiado redactor. Pero casos como éste se dan con demasiada frecuencia para no tomarlos en serio. Si se examina el origen de tantas noticias desorientadas y desorientadoras, se encuentra —además del ahisevaísmo—un claro ejemplo de dependencia tecnológica: casi todas las notas periodísticas de índole científica provienen de agencias noticiosas eufemísticamente llamadas internacionales. Tales notas se escogen y traducen descuidadamente del inglés, sin ningún criterio científico y en ocasiones sin el más elemental sentido común. Esta manifestación de colonialismo científico ha logrado resultados notables: una noticia acerca de genética escribía "gente" en vez de "gene" —con las ridículas confusiones imaginables—, y un diplomático comentarista de la televisión consideró gran hazaña que una mosca brincara 50 centímetros —lo que es poca cosa para un insecto volador—, cuando el bicho campeón de salto había sido una esforzada pulga. Pasó la fly por la flea y ni se dio cuenta.
http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/sites/ciencia/volumen1/
ciencia2/21/html/sec_83.html
El metano es universalmente aceptado como uno de los principales constituyentes de la atmósfera terrestre en la época cuando aparecieron los primeros organismos vivientes del planeta. Además, el papel del metano como precursor de las más sencillas biomoléculas conocidas ha sido demostrado experimentalmente en los laboratorios. Ante tal panorama, ¿cuál podría ser la novedad de una forma de vida proveniente del metano? El misterio se aclaró rápidamente: no se trataba de una tercera forma de vida —que hubiera necesitado de una segunda—, ya que el descubrimiento que mereció la fotografía de primera plana no fue de organismos "producidos por" el metano sino, simplemente, de organismos "que producen" metano y que como tales podrían representar una línea evolutiva diferente a la de los organismos procariotes y eucariotes.
La sutil y esencial confusión quedó en la mente de los lectores; una carta al director del diario quedó sin aclaración ni respuesta. Si no fuera porque es muestra de un síntoma generalizado, el asunto podría relegarse como simple consecuencia de un lapsus brutus por parte de algún agobiado redactor. Pero casos como éste se dan con demasiada frecuencia para no tomarlos en serio. Si se examina el origen de tantas noticias desorientadas y desorientadoras, se encuentra —además del ahisevaísmo—un claro ejemplo de dependencia tecnológica: casi todas las notas periodísticas de índole científica provienen de agencias noticiosas eufemísticamente llamadas internacionales. Tales notas se escogen y traducen descuidadamente del inglés, sin ningún criterio científico y en ocasiones sin el más elemental sentido común. Esta manifestación de colonialismo científico ha logrado resultados notables: una noticia acerca de genética escribía "gente" en vez de "gene" —con las ridículas confusiones imaginables—, y un diplomático comentarista de la televisión consideró gran hazaña que una mosca brincara 50 centímetros —lo que es poca cosa para un insecto volador—, cuando el bicho campeón de salto había sido una esforzada pulga. Pasó la fly por la flea y ni se dio cuenta.
http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/sites/ciencia/volumen1/
ciencia2/21/html/sec_83.html
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